Una de las grandes frustraciones que tengo desde niño fue la imposibilidad de acceder a los videojuegos, las limitaciones económicas y el poco acceso a estos en el lugar donde vivía generaron una gran desazón que hoy me están pasando cuenta de cobro, no se que sería de mi si hubiera gastado largas horas interactuando con estos recursos; seguramente sería más hábil coordinando mi vista con algunos movimientos de mi mano, tendría un horizonte visual más amplio, tal vez miraría el bosque y no me quedaría en el árbol, en fin…
Sin duda hoy en día es muy difícil abstraerse del tema de los videojuegos, su capacidad seductora produce en los jóvenes una afición tan grande que hasta se organizan eventos entorno a este fascinante mundo, un claro ejemplo es el Anigames, primer Congreso Latinoamericano de Animación 3d y videojuegos a realizarse en la ciudad de Bogotá. Esto demuestra que el tema adquiere cada vez más importancia, sin embargo cabe un cuestionamiento y es ¿cuál es la frontera que separa la diversión con el aprendizaje en lo relacionado con los videojuegos? Difícil de contestar, pero muy valido considerar, especialmente para dimensionar sus efectos e implicaciones, como lo que pasa en el siguiente video.
Cualquier docente y padre de familia que desprevenidamente vea el anterior video satanizaría inmediatamente los videojuegos, pero más allá de la impresión que este pueda generar lo que está pasando con esto es mucho más que un juego. Según Eduardo Punset en su último artículo ¿De verdad son tan malos los videosjuegos? Plantea que “cuando un joven norteamericano sale de la universidad, ha pasado unas 5.000 horas de su vida leyendo, pero más del doble viendo vídeos, otro tanto hablando o escuchando por el móvil y más del doble viendo la tele” esto sin duda propone una nueva ecología de la comunicación la cuál debemos comprender, aceptar y por supuesto manejar.
No cabe duda que los nuevos tiempos han traído consigo nuevas motivaciones y los videojuegos están en el orden del día, por ello hay que tomarse la cosa un poco más en serio y reflexionar sobre las implicaciones en el campo de la educación como lo propone la serie de informes sobre “Videojuegos y educación” habrá que esperar como será esta generación formados en juegos de roles y mundos virtuales, por ahora me alistaré para una sesión de Wii que tengo programada y seguiré con la fiel convicción que la única razón por la cual detesto estas entretenciones es porque no tengo tiempo suficiente de poder disfrutarlas.