Hablando hace unos días con un amigo sobre el rol del maestro en la construcción de un ciudadano capaz de afrontar los avatares de la tecnología llegamos a la conclusión que cualquier aprendizaje por sencillo que parezca debería contener una alta dosis de significación para los estudiantes, recordaba en esa conversación las palabras del filosofo Argentino Alejandro Piscitelli, cuando afirma que un niño aprende más fácil diez laminas de pokemón que los nombres de tres ríos de su país. Esto pasa en parte porque aprender los nombres de los ríos no está teniendo sentido para el estudiante.
Ya en anteriores post lo había mencionado; necesitamos docentes provocadores, que puedan convertir el proceso de enseñanza y aprendizaje en todo un acto disipador de emociones, convirtiendo esos momentos de interacción con el estudiante en algo atractivo, que sorprenda y que desencadene nuevas emociones.
Claro pero muchos dirán como vamos a lograr todo eso si estamos mal pagos, no contamos con las condiciones adecuadas y mucho menos tenemos una infraestructura que posibilite esas condiciones. Entiendo todos esos factores pero no me quiero meter en esos terrenos, sólo quiero abrir la reflexión de que podemos hacer con lo que tenemos para propiciar otros ambientes, mi apuesta es pensar que la tecnología puede contribuir a despertar otros procesos. El siguiente video me llegó hace días de unos de mis contactos en Facebook y me parece que se ajusta a esto que estoy proponiendo, independiente de quien lo patrocina creo que pone de manifiesto el papel de la tecnología en la educación.
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